Lo voy
a decir de entrada para que quede clara mi opinión, como expreso en el titular, de
manera que quien quiera siga leyendo, y quien no, que se vaya con esa idea en
la cabeza.
No me
gusta nada eso de la “década prodigiosa del Sevilla”.
Objetivamente
es justo así, pero en verdad la cosa va mucho más allá que solamente eso.
Hablar de “década prodigiosa” es una falta a nuestra historia. Como si estos
diez años fuesen un paréntesis glorioso en la misma. Como si fuéramos un
“SúperSevilla” análogo a aquel recordado y magnífico “SúperDepor”. O un
“EuroBetis” venido a más. Lo del “SúperDepor” sí que fue un paréntesis. Un
equipo ascensor que tiene una época gloriosa y que así es reconocida, para
luego volver a su lugar. Y lo del “EuroBetis” es porque es tan raro ver a los
vecinos en Europa, que hay que ponerle el prefijo para aclararnos. Pero es que
con el Sevilla pasa al revés. No es que en el Sevilla estemos pasando por una época gloriosa y que, tarde o
temprano, volveremos a nuestro sitio. Es que nosotros estamos volviendo ahora a
ese que es nuestro sitio. Es que nuestro sitio es este. Es que nosotros somos
un equipo grande que ha pasado una época terrible y ahora está regresando a su
lugar, no un equipo mediocre en época de vacas gordas que pronto volverá a su
normal mediocridad.
No, lo
de “década prodigiosa” no me parece acertado, como sí que considero mucho más
justo eso otro que a veces se dice de nosotros: que tuvimos que atravesar una
larguísima travesía del desierto. Larguísima de un modo increíble. Increíble.
Vamos
a ver, yo pienso que la grandeza no se
mide por el número de finales y de copas, sino que las finales y las copas son
la consecuencia de la grandeza. Y nosotros siempre hemos sido grandes. ¿O acaso
no nos sentíamos superiores a aquel Zaragoza que ganó la Recopa en los 90 del
siglo pasado? O al Español finalista de la UEFA del 88. O al Alavés en la última que ganó el
Liverpool. O a la Real Sociedad subcampeón de liga hace no tanto. ¿Por qué el
Deportivo de La Coruña podía disfrutar de una época gloriosa y nosotros no, aunque
siempre fuimos mucho más que ellos? Yo he visto llegar a finales de la Copa del
Rey, y hasta ganarlas, a equipos como el Mallorca, los citados Español,
Zaragoza y Real Sociedad; Valladolid, Celta, Recreativo de Huelva, Osasuna, por
supuesto el Deportivo…, joder, hasta el Betis, y nosotros, nada. Y yo siempre
consideré al Sevilla más grande que cualquiera de ellos. ¿Por qué nosotros no? Porque,
en mi opinión, lo extraordinario no es que ganemos copas ahora, sino que no las
hayamos ganado durante décadas. ¿Cómo era posible?
Pues
porque igual que ahora nos envuelve una especie de mística de campeón, antes
era el cenizo lo que nos ahogaba. Pero eso nos impedía ser campeones, solo eso,
que grandes seguíamos siendo. Grandes siempre hemos sido. Y visto ahora en
perspectiva, esto tenía que ocurrir tarde o temprano. Y ahora que nos hemos
sacudido el mal fario, no hay quien nos sacie porque son tantos TANTOS años,
lustros, décadas… vidas enteras de una sequía que no nos correspondía, que
ahora tenemos que desquitarnos. ¿Cómo no vamos a tener un hambre voraz de
gloria? Tenemos muchísimo pendiente hasta colocar a nuestro Sevilla en el nivel
de números que se merece. Porque no tiene sentido que todo un Sevilla, que ya
demostró en las lejanas décadas de los 30, 40 y 50 lo que de verdad es, se
llevara casi sesenta años sin tocar pelo, cuando clubes inferiores lo hacían,
aunque fuera de vez en cuando. No tiene sentido, y esto que nos está pasando
ahora es el cumplimiento de una deuda histórica. Es casi justicia poética. Es
ponerle números a algo que de por sí ya era.
Y lo
mejor de todo es que esto ya no hay quien lo pare. El Sevilla ha encontrado su
lugar en el mundo, su hueco en este entramado, la manera de hacer las cosas que
lleva al triunfo, un método implantado con éxito que es ejemplo para el orbe
futbolísitico, por mucho que se nos quiera ningunear en esta mediocre España,
donde quien triunfa gracias a su trabajo es despreciado para que su brillo no
destape las vergüenzas de los que viven del engaño, la manipulación y el
pelotazo. No, no hay quien lo pare. No tenemos por qué ponernos techo nosotros
mismos. La victoria en Basilea nos mete en Champions y nos proporciona dinero. Mucho
dinero. Tenemos el método, vamos a disponer de recursos y nos espera el próximo
reto: la máxima competición continental. Esta temporada tuvimos mala suerte con
el sorteo y nos echaron rápido, pero tenemos otra oportunidad. Porque el que la
sigue la consigue. Porque tener oportunidades es más factible si se trabaja
bien, como aquí. Porque nos lo hemos ganado y nos lo merecemos. Porque hemos
venido para quedarnos; y de movernos,
solo lo haremos hacia arriba, no hacia abajo. Esa debe ser la actitud. Esa y no
otra.
Y sí,
es cierto que esto es una exageración. Que no es normal ganar tanto en tan poco
tiempo, que eso solo está al alcance de los elegidos, de los más grandes, y no
siempre. No de un modo continuado. Pero me niego a aceptar que esto sea solo
una década prodigiosa. Que lo es, pero no solo eso. Porque si es solo una década prodigiosa,
terminará este verano y me niego a aceptarlo. Esto es, como decía antes, el
cumplimiento de una deuda histórica. Es justicia poética. Es un banquete para
un muerto de hambre, pero no para que luego regrese a la inanición, sino para
que no vuelva a pasar por penurias nunca más.
No,
esto no ha terminado. Lo que ha terminado es lo otro. Lo que había antes de
2006. El Sevilla ha recuperado su esencia, su idiosincrasia…, su sitio. Y no
podemos permitir que nada ni nadie nos vuelva a echar de él nunca más.
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