lunes, 27 de mayo de 2013

Mitos, leyendas y mentiras del Descubrimiento (III)

LOS INDICIOS

Capítulos anteriores (I) -  (II)

El objetivo de este artículo no es otro que tratar de demostrar que en el siglo XV se aceptaba con naturalidad entre los expertos cartógrafos la existencia de tierras desconocidas al otro lado del Atlántico, del Mar Tenebroso, como también era conocido por entonces. No pretendo quitarle méritos a Cristóbal Colón, pero sí desmitificar un poco su figura. Ponerla en el sitio que merece, ni más alto, ni más bajo. Citando de nuevo el ejemplo de una supuesta exploración a Marte, una cosa es desarrollar la tecnología necesaria para hacerlo, y otra descubrir el planeta. Lo que pretendo hacer hoy es demostrar que el Marte del s.XV ya se conocía; o mejor, que se intuía su existencia, que no era nada nuevo hablar sobre ello. Otra cosa es que nunca se hubiera colonizado aquel lugar, o que su tamaño y forma fueran infinitamente superior y diferente respectivamente a como se suponía o intuía. 

Observen el mapa que se ve en la imagen de la derecha.


Fíjense en los archipiélagos cercanos a la costa noroccidental de Africa. La existencia de las Islas de Madeira era conocida desde el siglo XIV, pero fue en 1418 cuando los portugueses las “redescubrieron” y colonizaron. Algo parecido ocurre con las Canarias, descubiertas, también en el siglo XIV, por el navegante genovés Lancelloto Mallocello (a él debe su nombre Lanzarote), pero que no fueron colonizadas hasta el siglo XV por los castellanos. De hecho, su conquista definitiva no se produce hasta la última década de dicho siglo.

Vemos que son islas que están cerca de la costa. En aquella época, dada la tecnología existente, imperaba la llamada navegación de cabotaje, es decir, a vista de tierra. Los navíos sólo se adentraban en el interior del océano cuando sabían a donde iban, por lo que los descubrimientos y colonizaciones se producían no muy lejos de la costa. Así, los portugueses, que se llevaron todo el siglo XV bordeando Africa en busca de una ruta por mar hacia Asia, realizaron otros descubrimientos, como el de las Islas de Cabo Verde (véase en la imagen, más al sur) en 1444, también cerca de la costa.

Dicho esto, ¿qué llevo a los portugueses a navegar en línea recta hacia Occidente para acabar por descubrir las Islas Azores en 1427? Teniendo en cuenta lo comentado sobre la tecnología naval de la época, ¿a alguien le cabe en la cabeza que hubiera algún loco que dijera “voy a meterme en el Mar Tenebroso a ver si encuentro alguna isla perdida”? Evidentemente, eso no es lógico. Lo normal sería que hubiera indicios de la existencia de tierra hacia occidente y se organizaran expediciones hasta descubrirlas.

¿Y cómo se obtienen esos indicios? Pues a veces se trataba de leyendas tipo Atlántida o tipo Isla de San Barandán. Según esta última, un abad irlandés, en compañía de algunos de sus monjes, inició un largo viaje que le llevó por el océano de Barandán, atravesando varias islas, para luego cruzar un mar de densas nieblas y llegar al fin a la tierra en la que se encontraba el Paraíso Terrenal. La cuento porque más adelante cobrará sentido hacerlo. Sin embargo, lo normal era que los indicios se obtuvieran por testimonios de navegantes que se desviaron de su ruta por motivo de condiciones climatológicas y que “vieron algo”; o porque el mar, tras alguna tormenta, trajese restos de hojas o de madera procedente de occidente; o simplemente por observar la llegada de aves desde esas latitudes. 

Imaginen un buque mercante que hace la ruta entre Sevilla y Londres, y que durante la misma atraviesa el Atlántico varias millas al oeste de la costa portuguesa. Si desde ese navío observan la llegada de restos de madera desde más hacia occidente, o simplemente el paso de bandadas de aves desde ese dirección, lo normal es suponer que en algún lugar hacia allá hay tierra. Es el paso previo a que algún rey se decida a financiar la exploración de algún intrépido marinero.     

El caso de las Azores es sintomático. Si los portugueses obtuvieron indicios de la existencia de islas en un lugar tan apartado de la ruta normal de sus navegaciones (Africa), es perfectamente asumible que, una vez allí, también se obtuvieran de tierras incluso más allá.

Observen ahora la siguiente foto.

Zona del Atlántico conocida en el S. XV como "Ultra Thule"

L'Anse Aux Meadows - Asentamiento vikingo
en Terranova (Canadá)
Cristóbal Colón aseguraba haber viajado “Ultra Thule” durante su periplo portugués. En el siglo XV se conocía de esa forma a las islas más septentrionales del Océano Atlántico, con lo que, si creemos a nuestro personaje, estuvo en Islandia, Groenlandia y/o las Islas Feroe. De ser así, pues, estuvo en contacto con los descendientes de los vikingos. Se sabe que los vikingos, en sus famosas expediciones, llegaron hasta Terranova, una isla que en la actualidad pertenece a Canadá. Y se sabe porque en esa isla se han encontrado restos de esa civilización.


Regiones del actual Canadá enumeradas
en las sagas nórdicas
Se entiende que llegaron hasta allí, pero, por la razón que fuera, no se quedaron. No la colonizaron. No obstante, en las sagas nórdicas (relatos anónimos sobre las hazañas de los vikingos), en concreto en las llamadas “sagas groenlandesas”, se habla de cuatro regiones llamadas Groenland (tierra verde), Helleland (tierra de arroyos), Markland (tierra de bosques) y Vinland (tierra de viñedos). La primera es, evidentemente, Groenlandia, mientras que las otras tres están en la actual Canadá, siendo la última Terranova, donde se conserva el asentamiento vikingo llamado L'Anse Aux Meadows, que en la actualidad es patrimonio de la UNESCO.


Por tanto, es perfectamente factible que Colón escuchara de primera mano las leyendas sobre la existencia de tierras al oeste. No se trataría más que de nuevos indicios, ya que las sagas nórdicas mezclan fantasía con realidad, y los investigadores han tenido que trabajar duro para conseguir, en parte, separar el grano de la paja. Pero indicios sobre indicios, parece lógico pensar que Colón fue dando forma a su proyecto en sus tiempos de navegante al servicio de los portugueses.

El Mapa de Toscanelli

Paolo dal Pozzo Toscanelli (1397 - 1482) fue un matemático, cosmógrafo y astrónomo italiano de muchísimo renombre en su época, aunque nunca plasmó por escrito sus conocimientos, con lo que, lo que de él se sabe, es por lo que enseñó a sus alumnos o por sus colaboraciones con distintos gobernantes a quien prestó sus servicios. Uno de estos fue el rey de Portugal, a quien advirtió de la posibilidad de que fuera más fácil alcanzar la India navegando hacia occidente que bordeando Africa, como lo estaban intentando ellos. En 1474, dos años antes de la llegada de Colón a aquel país, llegó incluso a enviar un mapa al rey luso que no se conserva, pero que gracias a Bartolomé de las Casas (biógrafo de Colón), sabemos que pudo ser semejante al que ven en la imagen:

Mapa de Toscanelli
Clic para ver más grande
¿No resulta curioso ver lo cerca que se coloca Canarias de una isla llamada Antilia? ¿Y no resulta más curioso todavía que Colón llamara Las Antillas a las primeras islas a las que llegó? Aún hoy se llaman así. También es llamativo que incluya en el mapa la Isla de San Barandán (que en verdad no existe) o una isla junto a Irlanda llamada “Brasil”.

Aunque hay quienes ponen en duda su veracidad, según muchos historiadores, Cristóbal Colón habría tenido acceso a este mapa. Incluso, bastantes de ellos aseguran que se habría carteado frecuentemente con el propio Toscanelli, siendo él mismo quien se lo envió. Por otro lado, algunos llegan a preguntarse si no sería este mapa el motivo por el que don Cristóbal tuvo que huir de Portugal con problemas con la justicia, aunque esto último es mera especulación. Es especulación que fuera ese el motivo, no que tuviera que huir, ya que ese extremo lo confirma el propio rey portugués en aquella carta que le envió y de la que hablamos con anterioridad.

Como tantas cosas en la vida del descubridor, esto es un misterio. Pero lo importante en este caso es que estas teorías no eran exclusivas de Colón. No fue él quien se inventó que hacia occidente se podían encontrar tierras, sino que era algo sobre lo que había muchos indicios. Y ni siquiera fue el primero en promulgarlo abiertamente, ya que el propio Toscanelli dibujó este mapa con anterioridad.

El Erdapfel - El primer globo terráqueo, obra de Martin Behaim
Erdapfel - Museo Nacional Germano
Nuremberg


Martin Behaim (o Martin de Bohemia 1459 - 1507) fue un navegante, astrónomo y geógrafo alemán que prestó sus servicios a Portugal , donde vivió gran parte de su vida (fue incluso miembro de la Junta de Sabios que estudió el proyecto de Colón cuando lo presentó en aquel país), pero que es más conocido por ser el autor del primer globo terráqueo de la historia. Se trata del llamado Erdapfel (literalmente, "manzana de la Tierra" en alemán). Lo elaboró en 1492, antes de conocerse el descubrimiento de Cristóbal Colón, ya que éste no regresó de su primer viaje hasta 1493. 


Se entiende que Behaim y Colón se conocieron durante la estancia de este último en Portugal. Incluso, que compartieron información. De hecho, Antonio Herrera, cronista e historiador del s. XVI - XVII, así lo asegura en su Historia General de las Indias, en la que dice, acerca del proyecto de Colón, que "Colón confirmó su opinión con su amigo Martin de Bohemia ... un cosmógrafo de gran criterio"


Proyección a papel del Océano Atlántico en el Erdapfel
Si nos fijamos en la proyección al papel del mapa dibujado en el globo (la parte que nos interesa), observamos que tiene un gran parecido con el mapa de Toscanelli. La particularidad es que el de Toscanelli no se conserva (y hay quien pone en duda que existiera), mientras que el globo terráqueo de Behaim se encuentra en el Museo Nacional Germano de Nuremberg. Es decir, que existió y existe.


Lo importante de esto no es que se conserven o no, sino el tener la certeza de que, en la época, la idea de que había tierra a occidente era contemmplada por los expertos. Expertos con los que, aunque no hay seguridad absoluta, la lógica dice que Colón tuvo contacto. 


Los Mapas de Martellus Walsperger 

Estos mapas se elaboraron a partir de las indicaciones explicadas en el siglo II d.C. en la Geografía de Ptolomeo. No se conserva ningún mapa que este dibujara, pero en el s.XV se recrearon siguiendo sus escritos, quedando como ven en la foto:

Mapa de Ptolomeo
En la parte más oriental de Asia se dibuja un gran trozo de tierra que no se corresponde con nada conocido. Es como si China se extendiese más al oeste y más al sur. Esto hizo que geógrafos del s. XV fueran más allá e hicieran mapas de su propia cosecha, como es el caso del alemán Henricus Martellus, que prolongó esa parte más occidental de Asia hacia el sur, haciendo un cono que se parece demasiado a Sudamérica como para que tal hecho pase desapercibido. Incluso, hay investigadores que se atreven a encontrar más que semejanzas, comparando los ríos dibujados en el mapa con los realmente existentes en el cono sur de América. Esto último es una especulación descabellada, pero el hecho de que se dibuje ese trozo tan extraño de tierra en el s.XV nos debe hacer ver que en aquella época se intuía la existencia de territorios más allá de India o China.

Mapa de Martellus
Detalle del Mapa de Martellus que se compara con Sudamérica

Sin embargo, al mapa que a mi más me llama la atención es el de Andreas Walsperger, cartógrafo alemán que en 1448 dibujó lo que ven a la derecha.
Mapa de Walsperger

Tengan en cuenta que el mapa está volteado. El Sur está arriba y el Este, a la izquierda. En este mapa no se prolonga hacia el sur esa ampliación de Asia, sino que directamente se la separa casi por completo, creándose un gran trozo de tierra con bastante poco sentido y que no tiene nada que ver con los mapas conocidos hasta el momento. En dicho trozo de tierra se dibuja un castillo que representa el Paraíso Terrenal justo en el nacimiento de un río. Y en este punto, hay investigadores que recuerdan una anotación de Colón que carece de demasiado sentido lógico. Fue en 1498, durante su tercer viaje, cuando descubrió y cartografió Venezuela y la desembocadura del Orinoco. Y escribió a los Reyes Católicos asegurando que había visto un río que provenía del Paraíso. Hay historiadores que califican esto como un delirio del Almirante, pero otros intentan encontrar una relación con la leyenda de la existencia del Paraíso Terrenal en una tierra desconocida. Recuerden ahora la leyenda que conté antes sobre el monje que atravesaba el Mar de Barandán hasta llegar a la tierra donde se encontraba dicho paraíso. Toscanelli y Behaim incluyen la Isla de Barandán en sus mapas (haciendo ver que dicho mar estaba en el Atlántico), y Walsperger, el Paraíso Terrenal en el suyo (habría que atravesar el Atlántico para llegar a la tierra donde está el paraíso). Leyendas e interpretaciones, sin duda. No digo, para nada, que esto sea cierto (más que nada porque hoy por hoy sabemos que no lo es), pero sí que es verdad que en el siglo XV se intuía con fuerza que había tierras más allá del Mar Tenebroso. 


La leyenda de Alonso Sánchez de Huelva

Estatua dedicada a Alonso
Sánchez, en Huelva
Con este nombre es conocido un supuesto piloto onubense que, desviado de su ruta por una gran tormenta, habría sido arrastrado hasta alguna de las islas Antillas. Allí contactó con los indígenas, que le acogieron a él y a su tripulación mientras preparaban el viaje de vuelta. Un mes después atracaron en la isla portuguesa de Porto Santo, Madeira, donde por entonces residía Colón con su esposa Felipa. Alonso sería uno de los pocos supervivientes y contó a nuestro personaje lo que le había ocurrido y el lugar donde había estado.


Esta historia la cuenta Fray Bartolomé de las Casas en su biografía de don Cristóbal. Es bueno recordar que esta biografía, junto a la de Hernando Colón, es la base sobre la que se sustenta la historia oficial del Almirante y del Descubrimiento de América. Bien es cierto que De las Casas no lo cuenta como algo que ocurriera de veras, sino como una historia con mucho predicamento entre las gentes que en la época poblaban la costa onubense. De hecho, en Huelva hay una estatua que conmemora a este personaje.

No se puede demostrar que esta persona existiera, pero muchos historiadores creen firmemente en la posibilidad de que Colón recibiera confirmación de lo que ya intuía (la existencia de islas al otro lado del Atlántico) por parte de alguien a quien le ocurriera algo semejante a lo que se cuenta de este Alonso Sánchez.

Como han podido comprobar, este artículo está plagado de especulaciones, leyendas y con bastante poco rigor histórico. No era mi intención que lo tuviera, por otra parte. Lo único que pretendo con todo lo que he contado es hacer ver que en la época en la que vivió Cristóbal Colón, decir que había tierras en la otra orilla del Atlántico no era ninguna barbaridad. El pueblo llano, ignorante e inculto, manejaba leyendas sobre paraísos terrenales y lugares fantásticos. Pero incluso entre la gente de más alta cultura, entre los expertos en navegación, cartógrafos y demás, la idea de que hubiera tierras no conocidas allende los mares era perfectamente aceptada. Sólo faltaba que alguien elaborara un proyecto creíble para ser puesto en marcha y descubrir eso que ya que se conocía (o se intuía), pero a donde nunca antes se había llegado (o mejor, que nunca antes se había colonizado). Cristóbal Colón fue ese alguien, pero para nada el primero en concebir tal idea. 

En la próxima entrega veremos en qué consistió dicho proyecto.


Capítulos siguientes:  (IV) - (V) - (VI) - (VII)

1 comentario:

Cristian dijo...

Como me gusta mucho conocer historias diversas trato de viajar mucho por distintos sitios y de esta manera tener la posibilidad de llegar a diversos lugares en donde pueda enterarme de distintas cosas. Este año tenia ganas de obtener pasajes a rio de janeiro y de esta manera conocer mas sobre esa ciudad

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